miércoles, 20 de febrero de 2008

¿Es beneficioso para la enseñanza?

El Plan de Incentivos despilfarrará una importante parte de los presupuestos de Educación, tanto en los “incentivos” como en la constitución de la “Agencia Andaluza de Evaluación Educativa”. Todo ese dinero podría usarse para bajar las ratios en la enseñanza pública, que son las más altas, con diferencia, del territorio nacional (dato reflejado en el MEC).

El descenso de la exigencia en la enseñanza ha tenido unas nefastas consecuencias sobre el alumnado. Lejos de motivarlo, le ha llevado a un extremo de relajación (se aprueba muy fácilmente) que provoca que su capacidad de sacrificio sea cada vez más reducida.

Pero las consecuencias más graves no han sido en el ámbito académico. Alrededor de los 14 años los menores padecen una revolución hormonal crítica en su desarrollo. Si este proceso se produce en un clima ordenado alcanzan el inicio de la madurez, se tranquilizan y se convierten en magníficos ciudadanos. Si ese proceso crítico se produce en un ambiente desordenado, excesivamente “comprensivo”, donde las normas son consejos y las sanciones son sermones, el joven adquiere una extraña sensación de inmunidad y dominación que le resultan muy excitantes. Al madurar ciertos hábitos serán difíciles de cambiar, y su insatisfacción al conocer la cruda vida real será traumática. Para evadir el trauma, algunos perpetuarán hasta lo imposible el estado de inmadurez negándose a asumir responsabilidad alguna. El resto, lo tenemos todos presente en la sociedad.

El modelo de incentivos pagará al profesorado para que comulgue con el modelo comprensivo -ver más sobre este modelo en centros educativos-. La enseñanza pública seguirá degradándose año tras año. La clase media seguirá buscando la forma de esquivar el sistema público. La educación pública acabará cumpliendo un papel meramente subsidiario, y será una trampa muy peligrosa para cualquier hijo adolescente de una familia humilde.